domingo, 29 de mayo de 2011

Intervención policial y cultura del miedo

Si aún no se me había visto el plumero de antropóloga, ahora voy a salir del armario con tres recomendaciones bibliográficas de un antropólogo que está a punto de de entregar su tesis.

Hemos visto los vídeos de Barcelona.

Lo que no ha salido probablemente en ninguna parte es la intervención policial de ayer a raíz de las asambleas de barrios que acontecieron a lo largo y ancho de Madrid. Yo fui a la de Arganzuela y estuvimos totalmente controlados:

Al reunirnos, se nos acercaron dos municipales y nos dijeron que qué íbamos a hacer. "Charlar", les contestamos.

Durante la reunión nos sobrevoló un helicóptero "Lo llaman democracia y no lo es", les cantamos, para compensar molesto ruido, que nos impedía oírnos y continuir pensando en colectivo.

Y cuando ya la reunión estaba acabada, y nos habíamos quedado unos pocos haciendo cosillas (recopilar las sugerencias, charlar, etc.) llegó la policía nacional a preguntarnos que qué pensábamos hacer. "Nada, estamos charlando", fue de nuevo la respuesta. ¿Estaban esperando que acampásemos?

En cualquier caso, la presencia policial, con sus motos, sus helicópteros, sus chalecos antibalas, sus porras, sus pistolas... después de las imágenes que circulan de Barcelona, despertaron en mí el sentimiento de vulnerabilidad física.

La policía, al servicio del poder (político económico), que debería ser quien protegiese a los ciudadanos, se convierte en fuerza amenazadora. Es algo que normalmente no percibo porque no tengo pinta de drogadicta, ni la piel negra, ni me ajusto habitualmente a las categorías sobre las que ejercen su control a través del miedo.
Sí es una sensación que tengo cada vez que voy a un aeropuerto y me hacen quitarme zapatos, cinturón, chaqueta... e incluso me cachean.

Las fuerzas "de seguridad" se transforman en esos momentos en fuerzas amenazantes, que con la justificación de la inseguridad y el riesgo controlan a todos, vulnerando la presunción de inocencia.

El antropólogo al que me refería más arriba, Sergio García, está estudiando la construcción del miedo. Sus análisis arrojan luz sobre la corporeidad del miedo, el imaginario de un paisaje urbano plagado de peligros fomentado desde el ámbito empresarial, los medios de comunicación y la política profesional y el miedo como una estrategia para legitimar ciertas posiciones de poder social.

En el caso de lo que está aconteciendo ahora, en Barcelona se apoyan en medidas higienistas (miedo a la enfermedad) para desalojar la plaza con una violencia innexcusable. Y en Madrid los medios de comunicación están convenciendo a la opinión pública de que son más legítimos los intereses económicos de los comerciantes de sol, que los de las miles de personas que acuden allí a buscar soluciones a sus problemas. Como si el espacio público perteneciese a los comerciantes y no al público.

Os pide que reflexionéis por un momento en el tipo de ciudad que se está promoviendo: una ciudad donde lo social sólo cabe en contextos de consumo, de modo que sólo son ciudadanos dignos los que pueden consumir, y son ciudadanos indignos todos aquellos que cuestionan un modelo social basado en el consumo, y aspiran a una sociedad donde las personas quepan, tengan espacios y dignidad, al margen de su situación económica.

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