Mostrando entradas con la etiqueta desobediencia civil. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta desobediencia civil. Mostrar todas las entradas

jueves, 28 de marzo de 2013

Nuevas prácticas de protección de la democracia

 Esta semana me encontré en diagonal el artículo sobre los escraches que copio a continuación. También coincidió que escuche la primera sesión del curso de "nociones comunes" titulado "el bienestar malherido" (http://nocionescomunes.wordpress.com/2013/02/13/el-bienestar-malherido-estado-derechos-y-la-lucha-por-el-bien-comun/). 

En España creo que aún estamos aprendiendo a ser un país democrático. Y todo proceso de aprendizaje implica ensayo y error. Me parece que la reflexión de Guillermo Zapata sobre el escrache es bien interesante en ese sentido. 

Y del audio, de la charla que da Montserrat Galcerán, me quedo con la idea que ponen en práctica los anarquistas de no esperar a que el estado solucione todos los problemas, en su lugar prefieren organizarse y solucionar ellos sus propios problemas. Todo eso basado en la idea de que el estado es en realidad una abstracción cuyo auténtico origen son llas capacidades sociales, representa la capacidad humana de trabajar conjuntament para el bien común. Y esa capacidad no nos la pueden expropiar, de modo que quizás tengamos que reclamarla para nosotras mismas.

---
Elogio del escrache

fuente: https://www.diagonalperiodico.net/la-plaza/elogio-del-escrache.html

Guillermo Zapata. Madrilonia.org
26/03/13 · 15:25

En algún momento de la crisis griega empezó a circular una anécdota que contaba que Papandreu no podía ir a comer con su mujer a los restaurantes porque el resto de comensales le insultaban. Los medios de comunicación se hicieron eco de esta historia hablando de la “degradación” de la vida política en Grecia. Sin embargo, en las redes sociales, por mail, en conversaciones, la anécdota circulaba como un mito de los de abajo, como un deseo concretado, un asco compartido. Entonces (y ahora) los medios no lo sabían, pero ya eramos griegos aquí en España.
En las redes sociales, por mail, en conversaciones, la anécdota circulaba como un mito de los de abajo, como un deseo concretado, un asco compartidoEl sábado por la noche leí un tuit de un guionista español que había ido al cine y al principio de la película habían puesto el nuevo anuncio de Bankia. La gente de la sala había aplaudido con hilaridad, gritado y/o abucheado el anuncio. Gente anónima, que no se conoce, que en la oscuridad de una sala siente la legitimidad de criticar a voces una entidad bancaria. La clave es el momento en el que pasa de ser un sentimiento individual para convertirse en uno colectivo con tanto sentido como para que, en la oscuridad de un cine, sin saber quién tienes al lado, te permitas gritarlo porque sabes que es de sentido común.
La pregunta es, ¿cómo se ha construido esa legitimidad? ¿Son sólo las prácticas de Bankia, su robo y su expolio a nuestras vidas lo que hace que la gente grite contra ella? La respuesta es no. La legitimidad y el sentido común se construyen abriendo un espacio público de conversación y de sentido donde antes no lo había. Desplazando un límite.
El pasado miércoles participé en el escrache al domicilio de Alberto Ruiz Gallardón en Madrid y lo que más me impresionó, además del escrupuloso cuidado en el desarrollo pacífico del mismo, fueron dos cosas:
1.- Que la gente de los parques que nos veía pasar y le explicábamos dónde íbamos se nos unía (recuerdo especialmente a una pareja con dos críos pequeños que se animaron en seguida).
2.- Que los vecinos y vecinas de la zona nos indicaron cuál era la casa. Con una media sonrisa nos decían “Allí, allí, está en esa calle”, “No, aquí no es, por aquí pasa, pero vive más arriba”.
A esa altura, a la del suelo, la legitimidad del escrache es absoluta.
Digámoslo claro. Los escraches se sostienen no solo por la indiferencia absolutamente criminal del Gobierno ante el problema de la vivienda, sino por miles de desahucios parados, movilizaciones intensísimas, ocupaciones de viviendas, ocupaciones de oficinas bancarias, negociación, diálogo y apertura. Hay escraches y tienen legitimidad porque hay un movimiento que les da sentido. Los relatos paranóicos en torno a acciones descontroladas son intencionados y ridículos.
Nada hay más organizado que un escrache. Nadie es más consciente de los límites que no se traspasan que las personas que participan, precisamente porque han adquirido un consenso de los que sí se van a traspasar. El límite que se traspasa es que “lo público y lo privado” no son esferas separadas, sino relacionadas. Por eso se va a la puerta de la casa. Por eso no se pasa de la puerta. Todos esos detalles simbólicos constituyen la legitimidad y la ética de una práctica. Compararla con cualquier desahucio revela lo evidente: en un desahucio el límite público-privado es precisamente lo que se violenta hasta el final y por la vía de la fuerza.
Los escraches son también la expresión de un afecto, de un grupo que se cuida y se acompañaPero hay algo mucho, muchísimo más importante en un escrache. Algo que ningún político ve porque solo son capaces de mirarse a sí mismos: Un escrache es una acción en el que las personas afectadas se organizan, se visibilizan y se sienten arropadas y acompañadas por otras personas. Los escraches son también la expresión de un afecto, de un grupo que se cuida y se acompaña. Son un mecanismo contra la individualidad. Es decir, son un mecanismo contra la desesperación. Son nuestro ir a Papandreu y echarle del restaurante. Pero además lo es sostenido por un espacio político organizado. No son un grito, una persecución o una torta en medio de la calle fruto de la rabia. Al contrario, gobiernan la rabia y la convierten en potencia. Son una expresión (una más) de que el poder de los de abajo se construye en común y que los de arriba son un desgraciado accidente en el camino de ese poder, de esa fuerza colectiva. Los escraches son la catarsis de una angustia en el mejor sentido. Son mecanismos para que las personas desahuciadas no sean víctimas, sino sujetos.
Es decir, son democracia.

lunes, 25 de marzo de 2013

Campaña de desobediencia civil contra las identificaciones

origen: http://stopidentificaciones.org/manifiesto/ (en esa dirección puedes firmar y apoyar el manifiesto)

Di No a las Identificaciones

Desde la Plataforma por la Desobediencia Civil, que agrupa a colectivos y personas preocupadas por el aumento de la represión llamada de “baja intensidad”, queremos manifestar que:
  • Desde la entrada en vigor de la Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana 1/1992 (“Ley Corcuera”), las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado pueden, en teoría, pedir la documentación a cualquier persona que se sospeche que pueda estar cometiendo un delito.
  • Con mucha frecuencia se requiere la identificación a personas en función de su color de piel o de su aspecto. Estas identificaciones son, por tanto, arbitrarias, y constituyen auténticas persecuciones racistas y políticas sobre personas que se reúnen, se manifiestan o simplemente transitan las calles de esta ciudad.
  • Paradójicamente, suele ocurrir que quien identifica no va correctamente identificado (lo que supone un incumplimiento reiterado de la Instrucción 13/2007 del Ministerio del Interior), actuando en el anonimato, lo cual redunda en la impunidad de sus acciones y en la indefensión de quien es requerida/o a entregar su documentación.
  • Desde la llegada de Cristina Cifuentes a la Delegación del Gobierno de Madrid, e iniciado ya un ciclo de movilizaciones masivas a partir del 15M de 2011, se ha incrementado la vía represiva de carácter económico mediante un aumento considerable de las sanciones a las personas identificadas aleatoriamente en las movilizaciones sociales, lo que supone de hecho una restricción importante al ejercicio de derechos fundamentales.
  • Dichas sanciones suponen para muchas de las personas sancionadas un grave problema económico (246.000€ de recaudación, desde el 15 de mayo de 2011 hasta hoy), en el contexto de una ya de por sí grave situación económica.
  • Este sistema de sanciones indiscriminadas, injustas e ilegales, convierte a cualquier persona en víctima potencial de lo que llamamos “buro-represión” o represión “de baja intensidad”, que individualiza el sufrimiento de quien las recibe y que queda en la mayoría de los casos invisibilizada, en la casilla del buzón de cada persona sancionada.
  • Sabemos que el objetivo de esta represión es desincentivar la protesta social, desmovilizar a la ciudadanía, precarizar a personas ya muy precarizadas, focalizar las energías transformadoras en el trabajo antirrepresivo y generar un clima de miedo que desarticule la respuesta en las calles a sus políticas criminales. En una vuelta de tuerca más, el Estado recauda a costa de saquear a una ciudadanía a la que lleva tiempo exprimiendo a través de unos recortes cada día más salvajes e inmorales.
  • Entendemos que la vía represiva forma parte de la lógica sistémica en la que se articula el capitalismo: la incertidumbre sobre el futuro, a la que se añaden la violencia económica y el miedo, y pretende generar un escenario de sumisión en el que cualquier disidente sabe a qué puede atenerse: detenciones injustificadas, sanciones arbitrarias, lesiones desmovilizadoras… son algunos de los mecanismos por los que se opera la falsa pacificación de nuestras sociedades.
  • Sabemos también que somos muchas las personas que nos indignamos desde hace tiempo ante estas identificaciones arbitrarias, injustas, desproporcionadas y, en muchos casos, ilegales; las que nos negamos a continuar asumiendo el pago de multas, los pasos por comisaría, juzgados de guardia o prisión, golpes, insultos y demás agravios que sufrimos por el mero hecho de ejercer nuestro derecho a defendernos ante las intolerables medidas que nos asfixian; y nos solidarizamos enérgicamente con quienes sufren estos atropellos, estas injusticias.
Por todo lo anterior, hemos tomado la decisión de no retroceder, de enfrentamos al miedo colectivamente, en las calles, desde el apoyo mutuo y a través de un arma poderosa: la desobediencia civil. Entendemos que, en un escenario de acuciante conflicto entre legalidad y legitimidad, es un deber necesario y urgente plantearnos desobedecer las leyes injustas y las prácticas arbitrarias de quienes dicen defenderlas. Porque, frente a la lógica individualizante, debemos entender que ante los ataques colectivos solo caben respuestas colectivas; porque con cada persona sancionada, nos están sancionando a todas. Si la ley hace posible la trampa a gran escala, seremos muchas quienes nos neguemos a acatarla.
Te pedimos que firmes contra la represión que ejercen contra quienes diariamente nos encontramos en las calles para resistir colectivamente ante la constante agresión contra nuestras vidas, contra las del 99% del planeta.

Más información: