Origen: Pikara Magazine: http://www.pikaramagazine.com/2012/11/%E2%80%9Cse-ve-bien-que-un-trabajador-haga-huelga-pero-no-que-una-cuidadora-deje-de-cuidar-a-un-anciano-para-manifestarse%E2%80%9D-yayo-herrero-ecofeminista-y-co-coordinadora-de-ecologistas-en-acci/
“Se ve bien que un trabajador haga huelga, pero no que una cuidadora deje de cuidar a un anciano para manifestarse”
Yayo Herrero, ecofeminista y co-coordinadora de Ecologistas en Acción
El sistema económico capitalista se ha construido ignorando e invisibilizando usurpaciones determinantes: la de lo ecológico y el acaparamiento del trabajo y el tiempo de las personas que cuidan la vida humana y los cuerpos vulnerables, en su mayoría mujeres. Los países ricos o enriquecidos dependen de las materias primas, los recursos y los servicios naturales de los empobrecidos, excedentarios en estos recursos.
Esto ha generado lo que Joan Martínez Alier denomina la deuda ecológica que los países enriquecidos contraen con los empobrecidos por el desigual uso y responsabilidad del deterioro y el acaparamiento de recursos y sumideros naturales, energía y servicios ambientales.
Su unidad de medida es la huella ecológica, un indicador de la economía ecológica que se expresa en hectáreas y que mide la cantidad de tierra que una persona, una ciudad o un país necesitan para sostener su estilo de vida. Por ejemplo, si extendemos el modelo de producción, distribución y consumo del Estado español al resto de la Tierra, harían falta más de tres planetas para asumirlo.
Pero los grupos humanos no sólo se sostienen gracias al trabajo de la naturaleza, y la vida humana no es en solitario: requiere de personas que se hagan cargo de los cuerpos vulnerables, y en las sociedades patriarcales lo hacen las mujeres. No existe un indicador que lo exprese en números, pero podemos establecer una metáfora: la huella de cuidados sería la cantidad de tiempo, trabajo, energía (no sólo física sino también psicológica y emocional) que se consume para hacer este trabajo. Los hombres consumen una ingente cantidad de trabajo de cuidado en relación a lo que aportan.
Así, el patriarcado acapara energía y tiempo de trabajo material y afectivo que no devuelve. Ésta es la deuda de cuidados que el conjunto de los hombres y el sistema patriarcal han adquirido con las mujeres por la interdependencia en la relación humana y social.
Dices que las crisis de sostenibilidad ambiental y del trabajo de cuidados se están resolviendo mediante fórmulas autoritarias: en el primer caso, con la extensión del ecofascismo, y en el segundo con un control y la persecución de las mujeres similar a las que se dieron durante el período en que se fraguó el capitalismo. ¿Qué futuro nos espera?
El capitalismo se basa en la tendencia a hacer crecer el dinero, que es sólo es un valor ficticio que expresa la deuda: es decir, tener mil euros expresa que la sociedad tiene una deuda contigo de mil euros. El capitalismo lo hace crecer de forma ficticia porque es una mercancía en sí mismo, no está anclado a un valor físico como lo estuvo en su día con el patrón oro o el patrón dólar. Ahora mismo hay propuestas para anclar el dinero en la cesta de materias primas.
Por otro lado, y como ha recuperado la historia feminista, el capitalismo se aprovechó de las mujeres como gestoras del bienestar cotidiano y cuidadoras de los cuerpos vulnerables atacando a sus condiciones de vida, invisibilizando el mundo privado y separándolo del público, ocultando así que el espacio doméstico es básico para la supervivencia. Ahora vuelve a darse un intento de encerrar a las mujeres en el hogar para que estados, mercados y hombres no se corresponsabilicen del mantenimiento de la vida humana. Esto se ve, por una parte, en cierto discurso de exaltación de la maternidad, en el ataque de sectores conservadores a las mujeres que se niegan a asumirlo y lo denuncian, al feminismo; por otra parte, socialmente, debido a la labor intoxicadora de corrientes ideológicas que equiparan el feminismo y el machismo.
¿Qué diferencia esta nueva fase de acumulación de capital tras el colapso financiero? La crisis ecológica, entendida como la superación y el desbordamiento de los límites del planeta: el agotamiento de la energía fósil y la alteración de la dinámica y el equilibrio natural al que está adaptada nuestra especie, que le ha permitido vivir cómodamente en el planeta durante millones de años y que pone en riesgo nuestra supervivencia. Immanuel Wallerstein dice que esta crisis es igual que otras pero al topar con los límites del planeta no se podrá superar con expansión. El final del capitalismo hará que las fases de recuperación y recesión cada vez sean más rápidas y cada vez habrá más gente fuera del sistema. Que podamos estar asistiendo al final del capitalismo global no quiere decir que lo de después sea mejor: sólo lo será si acertamos a construirlo. Si no, triunfará el ecofascismo, un modelo en que cada vez menos controlan más recursos por su poder económico, político y militar.
¿Esto podría desembocar en una dictadura ambiental del 1%, como sugirió Cristina Carrasco en Granada?
Sí. Por eso no basta con hablar de ecología, sino de ecologismo social. Podemos adaptarnos al cambio a base de que tres consuman todos los recursos, pero la única manera de ir hacia un sistema justo y adaptarse es sumar un gran movimiento que ponga freno a la voracidad de unos pocos.
¿Cómo podemos construir un movimiento que conjugue, por ejemplo, la defensa de derechos del sector de la minería extractiva afectada por la reconversión con un modelo energético sostenible, y reclame mejores condiciones en el trabajo asalariado afrontando también la crisis del trabajo de cuidados no remunerado?
Como integrante del movimiento ecologista tengo que hacer autocrítica porque éste no ha tenido una reflexión sobre los procesos de transición justa en los sectores que tienen que acabarse. El movimiento sindical, por su parte, debe hacer una reflexión amplia para extender la defensa de las condiciones laborales de sus afiliados al resto de la población, porque, según cómo, pueden favorecer aún más la precariedad de la gente. En el caso de los mineros, su movilización demostró que el miedo es una de las fuerzas que ayuda a contener a la gente, y planteó lo que se puede llegar a hacer cuando no se tiene miedo. [Pero] hay contradicciones importantes: la huelga, que siempre ha sido un instrumento que pretende obstaculizar la producción para que el patrón deje de obtener plusvalía con el sudor de los trabajadores, ésta vez reclamaba dinero público para poner en la producción y sostener una actividad que es dañina para las personas que trabajan en ella y para el conjunto de la población. Esto es una perversión de la lucha obrera, que ante el capital siempre ha cuestionado y reclamado la propiedad de los medios de productor.
En cuanto al trabajo de cuidados, en la conceptualización del trabajo se hizo una disección social, una vivisección en la que el trabajo remunerado está separado del resto del mundo de la vida, por lo que las tensiones y los problemas entre el mundo del trabajo y de la vida no se pueden resolver. El movimiento sindical debe levantar la vista, ampliar la noción del trabajo y trabajar con otros movimientos sociales. El modelo de empleo remunerado no se soluciona desde ahí dentro sino con un cambio total en el modelo social, económico, político y de relaciones. Hablamos de huelgas: la huelga laboral es imprescindible pero hay gran cantidad de gente que no puede hacerla.
Hay que pensar en huelgas de cuidados, rompedoras pero difíciles, porque ahí incide mucho la diferente valoración y la dimensión moral que se le ha dado al trabajo remunerado y al del hogar: como el trabajo remunerado está desvinculado de la moral, está bien visto que un trabajador haga huelga pero es inmoral que una cuidadora deje de cuidar a un anciano y se vaya a manifestar. Pero hay fórmulas para materializar el problema del sostenimiento de la vida humana: en Madrid, en la última huelga general, una gente puso una manta delante del Ministerio de Educación y la llenó de bebés con una pancarta que decía ‘No mamaremos vuestra crisis’. Hay que hacer huelgas de consumo, salidas masivas a la calle, ocupaciones masivas del espacio público, construir un movimiento aglutinador.




